Corrientes esta triste y
silenciosa, agoniza. Un gato negro maúlla mientras camina por la medianera, el no
necesita hacer la cuarentena.
Es la primera y esperanzadora mañana de febrero. Perdí la cuenta de los días de
encierro.
Puse el termo y el mate en la mesa, encendí mi netbook mientras con un sorbo de
mate, tragaba mi “Atenix 50”. El
wathsapp-Web a full, con circulares de las autoridades educativas, preguntas de
los alumnos y padres desesperados por las actividades de sus hijos.
Me levanto, camino hacia la ventana, siento el olor a porro de los vecinos, los
mismos que ayer estaban cacereolando reclamando no sé qué cosa ni para quien,
solo estoy seguro que no era para ellos.
Miro a la calle y automáticamente me
viene esa sensación que nunca pude describir, por que no se puede explicar en
palabras como se siente físicamente el enojo y la impotencia, al ver bolsas de
basuras desparramadas por los perros, los vecinos las sacaron ayer, cuando era
feriado y no pasan los recolectores.
Pienso en que llovió y aunque sea unas gotas de agua en esa tapita de gaseosa, le
sirve al mosquito “Aedes aegypti” para
hacer la trágica diferencia porque, además del COVID, convivimos con la
epidemia de dengue, desde mucho tiempo atrás.
Vuelvo a sentarme, acomodo el portarretrato con la foto de mi viaje de enero a
Brasil, estoy con ella, los dos nos
mirábamos felices sin imaginar el después.
Busco en you tube alguna música que me relaje y encuentro “ bossa nova y jazz,
romántico” , la música me transporta quien sabe a qué época o momento , siento
un soplo de felicidad, cierro los ojos y trato de recordar que y cuando fué, no
puedo. Me entristece, siento volver esa sensación de falta de aire y ahogo, que
antes me asustaba y ahora sé que es ansiedad.
Recordé que Adry, mi psicóloga, me dio
unas herramientas para estos casos, abro el cajón de mi escritorio, saco el
cuaderno donde anote las técnicas para relajarme.
Una de las técnicas es distraerse con alguna cosa que me guste o distraiga, por
eso las planillas de los alumnos , pueden esperar, las hago esta tarde.
Busco el Facebook, siempre distrae ver videos de animales paseando por las
calles vacías de algún barrio acomodado y memes riéndose de la enfermedad.
Un amigo del face, comparte los títulos del portal de radio dos , "Mi
casa parece una cárcel : Desgarrador relato de la médica correntina que
contrajo Coronavirus en Chaco” y “Corrientes:
Preocupación por una pareja que llega desde España a hacer la cuarentena en un
edificio”, leo sobre vecinos contra vecinos, atacando y amenazando mediante
las redes sociales , quemándole basura enfrente de la casa o apedreando los
vidrios, a los que tuvieron la desgracia de enfermarse o solamente volvieron de un país considerado
de riesgo. El personal de salud, cuentan en los comentarios de las noticias,
que cuando circulan por la calle con el
uniforme que lo distingue, son insultados, amenazados y maltratados, por miedo
a que puedan transmitir la enfermedad, paradójicamente todas las noches, a las
21 son aplaudidos y llamados héroes por los mismos que los discriminan de día.
Elijo uno de los videos que recibo en
el Facebook, lo abro y es el trailer de una película, escucho a Roberto Benigni decir "Buongiorno, Principessa",
desde los altoparlantes de el campo de concentración, en “La vida es bella”,
veo a los soldados alemanes, perfectos, temibles y despiadados, odiando
irracionalmente, veo o creo ver, en
ellos el rostro de la gente de mi barrio, con miedo porque vine de Brasil hace
exactamente 20 días, justo en ese momento es cuando una piedra rompe el vidrio de la ventana.